"Todas Somos Luciérnagas"

     Imaginen por un instante que cerramos los ojos y, al abrirlos, no nos encontramos en este mundo, sino en otro. Un universo paralelo, tejido con la misma esencia de la vida, pero con una forma distinta. En este lugar, no existen los cuerpos que conocemos; no hay distintas estaturas, colores de piel o rasgos que nos comparen. Aquí, todas somos luciérnagas.

​Habitamos en la penumbra de un bosque eterno, y nuestra anatomía es la misma para todas: un diminuto cuerpecillo, seis patitas ágiles que nos conectan con la tierra y las hojas, y un par de antenas que vibran con la energía del entorno. Somos idénticas en nuestra forma física. La única distinción, la única verdad que nos define, es la luz que cada una emite desde su interior.

​En este universo, somos plenamente conscientes de nuestra propia luz. Desde el primer instante de nuestra existencia, comprendemos que este brillo nos pertenece, es nuestro faro personal, nuestra brújula intransferible. Y aquí radica la primera gran lección de nuestro mundo: una luz nunca ciega a otra. Mi luz, que palpita a mi propio ritmo, suave y constante, no puede opacar la tuya. Tu brillo, quizás más intermitente y juguetón, no disminuye el mío. No existe la

competencia lumínica. No hay jerarquías basadas en la intensidad o el color del destello. Cada luz tiene un único y sagrado propósito, iluminar nuestro propio camino.

​Cuando me muevo entre las hebras de hierba o me elevo hacia las ramas de un roble anciano, mi luz me muestra dónde posar mis patitas. Me advierte de una gota de rocío que podría hacerme resbalar, me revela la belleza de un pétalo de flor nocturna que de otro modo pasaría desapercibido. Mi luz es mi guía, mi certeza en la inmensidad de la noche. No está diseñada para deslumbrar a las demás, ni para que me sigan ciegamente. Está hecha para que yo pueda ver.

​En nuestra sociedad de luciérnagas, la interacción es una danza de luces en movimiento. Cuando nos cruzamos en el aire, reconocemos la trayectoria de la otra. No nos juzgamos por el camino elegido. Si una decide explorar las profundidades del sotobosque mientras otra prefiere volar a la cima de la copa de un árbol, lo entendemos como la simple manifestación de su viaje personal. Su luz la guía hacia donde necesita ir, y la mía, hacia donde debo dirigirme yo.

​Esta conciencia colectiva ha erradicado la envidia. ¿Cómo podría envidiar tu vuelo si estoy ocupada navegando el mío? ¿Cómo podría desear tu luz si la mía es perfecta para guiar mi propio camino? El concepto de "belleza" externa no existe. La belleza, aquí, es la autenticidad del propio vuelo, la valentía de seguir el propio destello hacia lo desconocido.

​Nos comunicamos no solo con el parpadeo de nuestra luz, sino con el respeto profundo por el espacio y el sendero de cada una. Hemos aprendido que la oscuridad no es una enemiga; es el lienzo que permite que nuestra luz individual tenga sentido. Sin ella, no podríamos vernos a nosotras mismas. No podríamos apreciar el milagro de tener una guía interna.

​A veces, nos agrupamos. No por necesidad, sino por el placer de crear una constelación efímera. Volamos juntas, y por un momento, el bosque se inunda de miles de puntos de luz danzantes. Es un espectáculo de una belleza sobrecogedora. Pero incluso en esa unión masiva, ninguna luz se fusiona con otra. Cada una sigue siendo un punto individual, contribuyendo al todo sin perder su identidad. Es la máxima expresión de la comunidad, juntas, pero íntegras.

​Este universo paralelo, este sueño de luciérnagas, nos susurra una verdad que a menudo olvidamos en el mundo humano: el propósito de tu poder interior, de tu "luz", no es opacar a nadie. No es para la validación externa ni para la competencia. Es tu herramienta sagrada para navegar tu propia vida, para encontrar tu propio camino en la vasta y a veces oscura noche de la existencia.

​Quizás, solo quizás, si recordáramos esto más a menudo, descubriríamos que ya somos, en esencia, esas luciérnagas. Solo necesitamos dejar de mirar la luz de las demás y empezar a confiar en la nuestra para ver hacia donde vamos.

#MellSLaure #TodasSomosLuciérnagas

Crónicas de un Universo Paralelo

Columna por: Meliza Sandoval