"Todas Somos Luciérnagas"

Hay dolores que tienen nombre, el duelo por una pérdida, la angustia de la incertidumbre, el ardor de un fracaso. Pero hay otro dolor, uno más sutil y confuso que nos cuesta nombrar y es, la decepción profunda que nace de una amistad que nunca fue. Ese es el vacío que queda cuando descubrimos que no éramos una compañera de vuelo, sino una herramienta.
En nuestro espacio de luciérnagas, donde cada una brilla con luz propia para iluminar su camino, esta experiencia es devastadora. Descubrir que otra luciérnaga, en lugar de cultivar su propia luz, ha estado volando peligrosamente cerca de la nuestra, no por compañía, sino para usar nuestro resplandor como si fuera el suyo, dejándonos a nosotras fatigadas, confundidas y con la luz atenuada.
Esta es la realidad del "abuso de amistad". Y hoy, vamos a hablar de ello en voz alta.
He visto situaciones con mujeres brillantes, empáticas y generosas que se sienten crónicamente agotadas, ansiosas y dudosas de sí mismas. A menudo, la causa no es un gran trauma visible, sino una conexión interpersonal tóxica, la amistad con un "vampiro energético".
Desde la perspectiva mística y espiritual, este término no es una fantasía. Es la descripción precisa de una dinámica real. Un vampiro energético es alguien que, carente de una fuente interna estable de validación y energía, se engancha a la de otros. No buscan tu sangre; buscan tu luz vital. Buscan tu tiempo, tu empatía, tu capacidad de escucha, tus recursos y tu validación.
Pero ¿cómo puedes identificarlos? Bueno, solo aparecen cuando necesitan algo: un favor, un oído para sus interminables quejas (sin jamás preguntar por las tuyas), o acceso a tu red de contactos. Después de interactuar con ellas, no te sientes enriquecida; te sientes vacía, drenada. Como si hubieras corrido un maratón emocional por ellas, mientras ellas se van frescas, listas para su próxima aventura, usando la energía que te quitaron.
Este es el primer impacto en la víctima: el desgaste emocional y físico. Es una fatiga que el sueño no repara, porque lo que está cansado es tu espíritu.
El desgaste es el síntoma, pero la herida profunda es la decepción. Quizás el dolor más agudo de ser utilizada no es el acto en sí, sino el favor no devuelto, la llamada no contestada cuando eres tú quien necesita apoyo, pero, además, el descubrimiento devastador de que la reciprocidad era una ilusión. El dolor de darnos cuenta de que la amistad que atesorábamos, por la que sacrificamos tiempo y energía, era solamente de ida.
Es un duelo muy particular, porque lloramos por un fantasma. Lloramos por una conexión que solo existió en nuestro corazón.
Esta revelación nos sumerge en una espiral de confusión y culpa. "¿Cómo no me di cuenta?", nos preguntamos. "¿Fui tonta al confiar?" Empezamos a dudar de nuestro propio juicio, de nuestra capacidad para discernir quién es genuino. Este castigo y cuestionamiento a nosotras mismas es, quizás, la táctica más insidiosa de la persona que abusa: no solo te quita tu energía, sino que te hace dudar de tu propia luz.
Si te reconoces en estas líneas, si sientes el frío de una luz que se apaga, respira. No estás sola y no estás rota. Simplemente, te has topado con una sombra que buscaba tu brillo.
Aquí es donde estamos listas para el empoderamiento. Aquí es donde la conciencia colectiva se vuelve acción personal. La sanación no viene de intentar cambiar a la otra persona; viene de reclamar tu propia energía.
La herramienta más poderosa que poseemos, las luciérnagas, para proteger nuestro brillo se llama: Límites.
En nuestra sociedad, se nos ha enseñado (especialmente a las mujeres) que poner límites es un acto de egoísmo. Es una mentira. Desde mi análisis profundo, entiendo que los límites son la expresión más pura de amor propio.
Un límite no es un muro que construyes por odio; es un espacio sagrado que defines por amor.
Decir "no puedo hablar ahora", "no tengo la capacidad emocional para sostener esto hoy" o "no me siento cómoda haciendo eso" no te convierte en una mala amiga. Te convierte en una amiga honesta consigo misma.
Poner límites a un vampiro energético es como encender una torre de luz propia tan brillante que la sombra, simplemente, no pueda soportar. El límite le dice al universo (y a ti misma): "Mi luz es mía. Es para mi camino. La comparto por elección, no por obligación. Y no permitiré que sea drenada".
Es un proceso que puede doler. Soltar una amistad, incluso una tóxica, es una pérdida. Pero es una pérdida necesaria para recuperar algo infinitamente más valioso: tu propia esencia, tu paz y tu luz intacta.
Recuerden, amigas luciérnagas: su luz es su guía sagrada. Protegerla no es egoísmo. Es su responsabilidad y obligación divina.
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La Luciérnaga Fantasma, Sanando el Drenaje Energético de la Amistad
Por: Meliza Sandoval
@MellSLaure
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